Para “aprender caminando”.

El enorme esfuerzo que supone no dejar que las circunstancias nos hagan caer en las pasiones más tristes, supone tal desgaste que hace imposible que nos podamos elevar a pasiones más alegres. El control de las pasiones, lo es siempre de las pasiones a secas, sin adjetivos; todas se someten a control y no es posible hacer diferencias. El control no afecta a las causas de las que las pasiones son efectos, y sin afectar a las causas sólo nos es posible mantenerlas bajo vigilancia.

Y a esas causas no se las afecta con meros discursos llenos de buenas intenciones y aun llenos de verdad. De la misma manera que no se consigue sacar al deprimido de su depresión, diciéndole que no debe estar deprimido por que la vida es bella y alegre, y que debe salir de esa situación.

Vivimos en comunidades consternadas, es decir, atrapadas entre dos miedos que las paralizan. Por un lado, el miedo que provocan las circunstancias en las que viven: precariedad, pobreza, violencia, desigualdad, incertidumbre; el derrumbamiento de un sistema en el que se desarrollaron y para el que se desarrollaron. Por otro lado, el miedo a que cualquier acción o movimiento que se haga, no provoque sino un empeoramiento de la situación. De esa consternación no se sale con discursos alegres e ilusionantes, porque no afectan a los miedos que la han provocado, ni tampoco a las causas de esos miedos. No basta querer para poder hacerse ilusiones.

Con la consternación se acaba superando los miedos que la provocan; haciendo, por tanto, dos cosas:

– Conocer la realidad de la situación que ha causado el miedo: qué ocurre, por qué, quiénes son responsables. Ese conocimiento es lo único que nos permitirá evaluar realmente las dimensiones de las amenazas y encontrar nuestras fortalezas frente a ellas.

– Construir una vía de salida, fiable y posible, que nos impulse a escapar del estancamiento.

Para hacerlo necesitamos espacios de encuentro para la cooperación social; espacios en los que hablar, reflexionar, elaborar y actuar colectivamente, porque sólo en la cooperación y el apoyo mutuo, en el intercambio de experiencias, en el reconocimiento en el otro, encontraremos la potencia necesaria para enfrentar nuestra consternación y superar esos miedos que nos paralizan.

Yo voy a intentar la creación de uno de estos espacios de encuentro en la ciudad en la que vivo, en el que “aprender caminando” pero sin prisas porque hay que llegar lejos y las fuerzas son escasas.

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