Podemos: de la falacia del falso consenso al efecto bandwagon.

Hace tiempo llegué a la conclusión de que una de las causas (ni la principal ni la más importante, seguramente, pero sí una de las más profundas) del vaciamiento y la pérdida de vitalidad de los Círculos de Podemos, es la amplia extensión entre sus miembros del sesgo cognitivo conocido como “falacia del falso consenso”, por el cual las personas sobreestiman el grado de acuerdo que los demás tienen con ellos. Suponen que sus propias opiniones, creencias, predilecciones, valores y hábitos están entre las más apoyadas ampliamente por la mayoría, aun cuando éstas son minoritarias.
En muchos casos, el descubrimiento de la falsedad de ese supuesto consenso mayoritario, en buena parte a causa de los discretos resultados electorales, ha originado el desencanto, el desaliento y la decepción de muchos, lo que les ha llevado a abandonar todo tipo de acción.

Como quiera que la mayoría de la gente lo que quiere, ante todo, es formar parte de la mayoría, la revelación del carácter minoritario de sus opiniones les lleva a caer en el prejuicio cognitivo contrario: el llamado efecto bandwagon. Como resultado, muchas personas se esfuerzan en hacer y creer ciertas cosas porque muchas otras personas hacen y creen esas mismas cosas.

Esta evolución ha ocurrido en todo Podemos, nacido con propuestas audaces, transformadoras e innovadoras, que, ante el descubrimiento del carácter minoritario, o al menos no absolutamente mayoritario, de las mismas, ha visto como se reforzaba en su seno la tendencia a seguir a las opiniones más socialmente extendidas sin examinar sus méritos, basándose en la intuición de que la opinión general tiene autoridad porque tanta gente no puede estar equivocada.

Algunos, esa falta de consenso general, la atribuyeron a temor producido por tales propuestas, extendiendo de manera general su propio temor, o vértigo, al descubrir su posición social y política minoritaria.

Los sesgos y prejuicios cognitivos suponen una desviación en el procesamiento de lo percibido, lo que lleva a una distorsión, juicio inexacto, interpretación ilógica, o lo que se llama en términos generales irracionalidad, que se da sobre la base de la interpretación de la información disponible. En definitiva, llevan a una imagen distorsionada de la realidad, cualquiera que sea el sentido del sesgo que se adapte. Es decir, ni era cierto que nuestro diagnóstico y nuestras propuestas fueran mayoritarias como muchos parecían creer, ni lo es que las opiniones más generalizadas tengan por qué ser las más apropiadas en la coyuntura actual.

Olvidamos una de las más sencillas consignas que Lenin dio a los bolcheviques a su llegada a Rusia en 1917: “explicar pacientemente”. Cuando se tiene una visión general de la realidad de la que se está verdaderamente convencido, y no es una pose forzada, es fácil explicarla. Ya dijeron los clásicos que, cuando vienen del corazón, las palabras acuden cómodamente a la boca. Pero en Podemos había, y hay, demasiados corazones vacíos o llenos de palabras que no sirven para lo que se dice querer decir.

Tampoco hemos andado sobrados de paciencia. Con esa confusión contemporánea entre rapidez y eficacia, hemos hecho las cosas atropelladamente, y convencidos de que el éxito político se medía por la velocidad con que se coronaba la cima electoral, nos precipitamos a escalar atolondradamente y el resultado no podía ser otro que repetidas y a veces dolorosas caídas y retrocesos, fruto del desconocimiento y la falta de previsión.

Si de verdad nos creemos el diagnóstico de la situación y confiamos en tener soluciones para los gravísimos problemas que nos rodean, el único camino para convertir ese diagnóstico y esas propuestas en sentido común mayoritario, es “explicar pacientemente”, y, mientras tanto, hasta que se produzca el encuentro fortuito que hay detrás de todo acontecimiento histórico, hacer lo que se pueda, pero que no sea contradictorio con lo que pensamos y deseamos.

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