Revolución o República ¿otra vez?

De algunas de las críticas que desde una izquierda se le hacen al proyecto Podemos, deduzco que o no lo han entendido ellos, o no lo he entendido yo.

En primer lugar, creo que la referencia no puede ser el Frente Popular de 1936, sino el Pacto de San Sebastián de 1930. No se trata de cambiar de sistema (de momento), sino de derribar un régimen. No se trata de hacer la revolución socialista, sino más bien de una alianza por la democracia. Efectivamente, los términos izquierda y derecha tienen un origen parlamentario y suponen una mirada horizontal que no es la que ahora se plantea. Se trata de mirar verticalmente, los de arriba y los de abajo. Arriba y abajo, tienen su derecha y su izquierda y en otras circunstancias esas referencias son las que nos ubican en el espacio social. Pero en otros momentos, como este, son las referencias verticales las que más nos definen y a esas apela Podemos.

Por otro lado, la Transición acabó llevándonos a una Segunda (y esperemos que última) Restauración  y no a la recuperación de la línea de la Segunda República. Ha sido más una nueva, y larga, “dictablanda” que un triunfo de la oposición. Al final no se trató tanto de una derrota del franquismo como de la firma de un armisticio por parte del republicanismo. Seguramente, no podía ser de otro modo, por aquello de la famosa correlación de fuerzas, pero eso no significa conformarse y no pretender que otra correlación de fuerzas nos permita otro resultado.

La República de 1931, no la trajeron las izquierdas, o no sólo las izquierdas. De hecho, la izquierda mayoritaria en aquel momento (PSOE y UGT, que habían tenido cierta participación en la vía corporativa de la Dictadura de Primo de Rivera), en una actitud similar a la que parece tener ahora IU y el sindicalismo más representativo, tardó casi 10 meses en sumarse oficialmente al Pacto de San Sebastián. Por ello, el Gobierno Provisional de la República no fue exclusivamente de izquierdas, sino republicano.

No tengo especial interés en las discusiones sobre la forma del Estado: monárquico o republicano, Estado es, y Estado se queda. Me parece que la izquierda realmente existente ha trasmutado el instrumento en un objetivo, olvidando el verdadero objetivo en cuanto a la forma histórica de organización política que llamamos Estado. El Estado es parte del problema, y no de la solución.

Pero, no obstante, creo que toda movilización necesita referentes simbólicos que se convierten en la encarnación de nuestros deseos. Cuando la encarnación convierte en referente a una o varias personas, el riesgo de fracaso es mayor, que cuando dicha encarnación se produce en ideas más abstractas, y por ello con defectos menos visibles. Es en ese sentido en el que la República me interesa, como idea que sirva de encarnación de los deseos comunes y es por eso que Podemos me resulta interesante.

No creo que Podemos sea capaz de llevarnos a un proceso revolucionario, pero si creo que es un buen instrumento para dar fuerza a un proceso de cambio de régimen, que no puede ser el fin, que no es suficiente, pero que creo que es necesario.

Si llegó la República fue por la cooperación de todos los de abajo frente a los de arriba; si se perdió la Guerra fue por la división de los de abajo, y de los de arriba, entre izquierda y derecha, entre hacer la Revolución o defender la República. Hay momentos verticales y momentos horizontales.

Quienes comparen Podemos con el Frente Popular se sentirán desilusionados, pero deberían recordar que ese Frente Popular fue posible porque antes hubo un Pacto de San Sebastián.

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